Tinder anuncia que eliminará la posibilidad de que los jóvenes menores de 18 años usen su servicio, un cambio de política que afirma y nadie que entra en contacto con los jóvenes cree que menos del 3% se ve afectado por su base de usuarios. Desde su lanzamiento en septiembre de 2012, Tinder ha permitido el uso del servicio a usuarios de entre 13 y 17 años, aunque ha limitado las búsquedas a usuarios de ese mismo rango de edad.
Hablamos de Tinder hace poco menos de un año, tratando de entender la transformación social que supuso la popularización de este tipo de servicios. De momento, parece casi obvia la afirmación de que una parte importante de la sociedad se considera modelos sexuales mucho más abiertos y que prefieren una visión casi “utilitaria” de las relaciones: en el caso de Tinder, estamos hablando de un modelo tan simple mecanismo como mover un dedo hacia la derecha o hacia la izquierda para indicar si una persona te gusta o no, y un sistema que te permite emparejar a dos personas que han indicado una preferencia mutua. Por supuesto, nos encontramos con usuarios con todo tipo de enfoques, desde aquellos que simplemente están ansiosos por conocer a otras personas y eventualmente mantener una relación si la ocasión lo permite, hasta aquellos que directamente piensan que “si hay una coincidencia, la siguiente”. paso.” horizontal – y el resto – preámbulos de que podemos salvarnos.
Cómo nos afectan las apps de citas
Pero qué pasa si la persona que nos gusta no nos elige o no “emparejamos” a nadie; si no encontramos una persona de ideas afines o no se programa una reunión personal. O, peor aún, después de la primera cita, se nos recurre o se nos deja en la “vista”.
El sentimiento de puro rechazo duele, pero tal vez lo intentemos de nuevo. Así, las solicitudes se convierten en una oportunidad para sentirse rechazado más a menudo y más rápido.
El rechazo es válido, incluso en línea.
Le envías un mensaje a alguien que no obtiene respuesta. Deslizas hacia la derecha y nunca te corresponde. Vas a una cita solo para terminar siendo un “fantasma” más tarde.
El rechazo duele, y no solo en sentido figurado. Según un estudio de la Academia Nacional de Ciencias de 2011, el rechazo estimula la misma parte del cerebro que procesa el dolor físico. Básicamente, nuestro cerebro no puede distinguir un corazón roto de un hueso roto.
Decisiones de segundo orden
Cass Sunstein utiliza el término “decisiones de segundo orden” para decisiones que siguen una regla. La disciplina de vivir “según las reglas” elimina innumerables soluciones problemáticas en la vida cotidiana.
Schwartz muestra que estas decisiones de segundo orden se pueden dividir en categorías generales de efectividad para diferentes situaciones: supuestos, estándares y códigos culturales. Cada uno de estos métodos es una forma útil que las personas usan para analizar la amplia gama de opciones que enfrentan.