Pedro Villca es un viejo minero, una categoría improbable en Bolivia. A los 59 años me lleva por las montañas por un laberinto de galerías que serpentean, se cruzan, se bifurcan, giran, suben, bajan: tan estrechas que podemos tocar las paredes con los dos codos a la vez, tan bajas que a veces tenemos que andar a cuatro patas, tan frágiles, tan oscuros, tan saturados de veneno, tan calientes, tan húmedos, tan agobiantes. Villca gira lentamente, barre la oscuridad con la luz de su casco y de pronto ilumina una silueta humana, la de un hombre sentado contra la pared, con ojos desorbitados y sonrisa demente. Él es el diablo. Una escultura de un diablo de barro, con cuernos retorcidos y una boca muy ancha, alargada de oreja a oreja, en la que se sostienen una docena de cigarros quemados. Villca se le acerca sonriente, enciende otro cigarro y se lo lleva suavemente a la boca.
Diferente nombre y proyecto
A golpe de talonario, la multinacional minera empezó a dividir a la sociedad cacereña, que había sido prácticamente unánime contra el proyecto de la mina a cielo abierto. Esta opción fue descartada el año pasado y una decisión del Tribunal de lo Contencioso Administrativo prácticamente acabó con esta posibilidad.
Desde entonces, la compañía ha intentado limpiar la cara del proyecto, introduciendo un nuevo sótano y reforzando la marca de Extremadura Novas Energias frente a la anterior de San José de Valdeflórez. Tanto es así que la web sanjosevaldeflorez.es redirige ahora a extremoduranewenergies.es, donde se puede leer lo siguiente: “ENE nace como respuesta a la demanda de la sociedad cacereña, desarrollando un nuevo proyecto 100% underground, más sostenible y totalmente integrados en el entorno”. Involuntariamente, quizás, la propia empresa reconoce que la idea de una mina a cielo abierto no era tan sostenible como pretendía vender hace unos años.
Comercio ilegal de coltán
Esta mina no existe. Bueno, existe, pero se supone que está ‘oficialmente’ cerrada. La mina Manguredjipa se considera ‘roja’. En otras palabras, es una mina controlada por un grupo rebelde y los trabajadores Las condiciones no son las ideales. Por eso, tanto el gobierno congoleño como Naciones Unidas prohíben la compra de coltán de las minas ‘rojas’. El gobierno debe ir al sitio para verificar que las operaciones mineras no estén en manos de grupos rebeldes, que los menores sí no trabajo y que no hay minero es forzado a trabajar. Es un trabajo tedioso. En cinco años, solo 140 minas, de 5.000 en todo el país, fueron declaradas ‘verdes’ (2,8%).
Te puede interesar: Pride 2019: el brazo trans roto
Las ocupaciones de Carla en una comunidad conservadora, que a veces parecía una caja de fósforos, consistían en limpiar casas y ser niñera. Su padre era minero de superficie, e incluso entonces, incluso hoy, unirse a YCRT significaba alcanzar un cierto estatus, por lo que lo intentó tan pronto como terminó la escuela secundaria.
Cuando salió de la empresa, comenzó con una cirugía estética, tomó hormonas y fue una de las primeras en Santa Cruz en cambiar su identidad después de la ley. Carla Antonella lució.
Vídeos | La situación ambiental en Guatemala
Si quieres saber más sobre la situación ambiental en Guatemala, puedes consultar nuestra colección de artículos.